El libro.


Una alegre y suave oleada eléctrica silbada por el despertador automático del órgano de
ánimos que tenía junto a la cama despertó a Rick Deckard. Sorprendido —siempre le sorprendía
encontrarse despierto sin aviso previo— emergió de la cama, se puso en pie con su pijama
multicolor, y se desperezó. En el lecho, su esposa Irán abrió sus ojos grises nada alegres, parpadeó,
gimió y volvió a cerrarlos.
—Has puesto tu Penfield demasiado bajo —le dijo él—. Lo ajustaré y cuando te despiertes...
—No toques mis controles —su voz tenía amarga dureza—. No quiero estar despierta.
El se sentó a su lado, se inclinó sobre ella y le explicó suavemente:
—Precisamente de eso se trata. Si le das bastante volumen te sentirás contenta de estar
despierta. En C sobrepasa el umbral que apaga la conciencia.
Amistosamente, porque estaba bien dispuesto hacia todo el mundo —su dial estaba en D—
acarició el hombro pálido y desnudo de Irán.
—Aparta tu grosera mano de policía —dijo ella.
—No soy un policía —se sentía irritable, aunque no lo había discado.
—Eres peor —agregó su mujer, con los ojos todavía cerrados—. Un asesino contratado por la
policía.
—En la vida he matado a un ser humano.
Su irritación había aumentado, y ya era franca hostilidad.
—Sólo a esos pobres andrillos —repuso Irán.
—He observado que jamás vacilas en gastar las bonificaciones que traigo a casa en cualquier
cosa que atraiga momentáneamente tu atención —se puso de pie y se dirigió a la consola de su
órgano de ánimos—. No ahorras para que podamos comprar una oveja de verdad, en lugar de esa
falsa que tenemos arriba. Un mero animal eléctrico, cuando yo gano ahora lo que me ha costado
años conseguir —en la consola vaciló entre marcar un inhibidor talámico (que suprimiría su furia),
o un estimulante talámico (que la incrementaría lo suficiente para triunfar en una discusión.)
—Si aumentas el volumen de la ira —dijo Irán atenta, con los ojos abiertos— haré lo mismo.
Pondré el máximo, y tendremos una pelea que reducirá a la nada todas las discusiones que hemos
tenido hasta ahora. ¿Quieres ver? Marca... Haz la prueba —se irguió velozmente y se inclinó sobre
la consola de su propio órgano de ánimos mientras lo miraba vivamente, aguardando.
El suspiró, derrotado por la amenaza.
—Marcaré lo que tengo programado para hoy —examinó su agenda del 3 de enero de 1992:
preveía una concienzuda actitud profesional—. Si me atengo al programa —dijo cautelosamente—,
¿harás tú lo mismo? —esperó; no estaba dispuesto a comprometerse tontamente mientras su esposa
no hubiese aceptado imitarlo.
—Mi programa de hoy incluye una depresión culposa de seis horas —respondió Irán.
—¿Cómo? ¿Por qué has programado eso? —iba contra la finalidad misma del órgano de
ánimos—. Ni siquiera sabía que se pudiera marcar algo semejante —dijo con tristeza.
—Una tarde yo estaba aquí —dijo Irán—, mirando, naturalmente, al Amigo Buster y sus
Amigos Amistosos, que hablaba de una gran noticia que iba a dar, cuando pasaron ese anuncio
terrible que odio, ya sabes, el del Protector Genital de Plomo Mountibank, y apagué el sonido por
un instante. Y entonces oí los ruidos de la casa, de este edificio, y escuché los... —hizo un gesto.
—Los apartamentos vacíos —completó Rick; a veces también él escuchaba cuando debía
suponerse que dormía. Y sin embargo en esa época, un edificio de apartamentos en comunidad
ocupado a medias tenía una situación elevada en el plan de densidad de población. En lo que antes
de la guerra habían sido los suburbios, era posible encontrar edificios totalmente vacíos, o por lo
menos eso había oído decir... Como la mayoría de la gente, dejó que la información le llegara de
segunda mano; el interés no le alcanzaba para comprobarla personalmente.